El castillo de la Coracera en San Martín de valdeiglesias estrena torres restauradas.

El castillo de La Coracera, del siglo XV, enclavado en San Martín de Valdeiglesias a 78 kilómetros al oeste de Madrid, culmina la primera fase de una restauración en la que el arquitecto Carlos de Riaño, por cuenta de las consejerías de Economía y Cultura de la Comunidad de Madrid y con cargo al llamado 1% Cultural, que este último departamento administra. Ha remozado muros, estructuras y forjados de su torre del homenaje y fachadas de la torre albarrana, con un presupuesto de medio millón de euros. En la siguiente fase de la restauración, por ser San Martín de Valdeiglesias cabeza de comarca vinatera, el castillo será adaptado para albergar el Centro Regional del Vino, con museo y expendeduría de los mejores caldos locales y regionales.

El castillo es un edificio de planta cuadrangular, típico de la arquitectura militar medieval castellanovieja, construido con mampostería de piedra y esquinas tachonadas por cuatro torres, con cubos circulares tres de ellas y la del homenaje, de base pentagonal, guarecida en sus lados por torreones. Una barbacana ciñe gran parte del edificio; en ella se alza un torreón almenado desde el que se penetra al castillo. Las historiadoras Reyes García y Natividad Sánchez señalan que puede proceder de una fortaleza militar del siglo XII, aunque se atribuye su construcción, en torno a 1434, al poderoso valido de Juan II de Castilla, Álvaro de Luna. Tras su ejecución sumaria en Valladolid, el castillo pasó a ser propiedad de un cronista de los Reyes Católicos, luego a la casa ducal del Infantado hasta el siglo XIX y al consumirse este señorío, fue comprado por un vecino de San Martín, Antonio Corcuera, de cuyo apellido, por degeneración de su escritura, deriva el nombre de la fortaleza. A principios del siglo XIX fue ocupado y saqueado por las tropas francesas y un siglo después, fue adquirido por el barón del Sacro Lirio, que lo reconstruyó ampliamente. Vinieron luego años de zozobra. Hoy es de propiedad mixta pues pertenece simultáneamente al Ayuntamiento de San Martín de Valdeiglesias y al abogado José Fernando Cornejo, prócer local que durante años lo abrió al público y presentó en el castillo distintas exposiciones de pintura, escultura y eventos culturales.

La primera fase ahora culminada de la rehabilitación del castillo ha incluido la consolidación estructural y de la fachada de la torre del homenaje, con el vaciado del piso inferior de la bodega que recobra su bóveda, cegada por un forjado de madera ahora desmontado. En un nivel superior, donde se hallaba el salón principal provisto de amplia chimenea, ha sido demolido un forjado metálico para reemplazarlo por otro de madera.

Una escalera de caracol de nuevo cuño guiará hacia el ático, de donde arranca el torreón central, que aloja la primitiva escalera, que conserva buena parte de su traza original, según explica Víctor Sánchez Díaz, responsable de la Oficina de Turismo instalada en el patio de armas del castillo. Este patio contiene algunos elementos arquitectónicos y ornamentales, como un gran arco apuntado, procedentes del monasterio de Santa María del Valle, en la localidad vecina de Pelayos de la Presa, destaca Sánchez.

Precisamente en el patio de armas, uno de los anteriores propietarios, conocido en San Martín de Valdeiglesias como Juan “El Botas”, se edificó una vivienda de deficiente hechura con cuatro dormitorios, que incluía un baño turco. Este hombre, que había comprado el castillo por un millón de pesetas, segun fuentes vecinales, estuvo viviendo en él más de una década en los años 70 del siglo XX, “El tal Juan”, según recuerda un antiguo responsable de la Policía Local, “mostraba una conducta extravagante: junto con una compañera suya, protagonizó juegos con armas de fuego, pistolas y escopetas, por entre las torres de su castillo, de los que fui desgraciadamente testigo”.. Otro vecino comenta: “Tenía una leona, que ahora está enterrada en el jardín del castillo y otros animales que asustaban o impresionaban al vecindario”. “Solía bajar a caballo al pueblo (La Coracera se halla en un alto alomado que domina San Martín de Valdeiglesias) y como las calles estaban asfaltadas, el caballó resbalaba”, explica Rosalía Rodríguez. Otro vecino, de apellido Simón, recuerda que aquel castellano “convocaba juergas constantes, incluso “bacanalas” (sic); bebía copiosamente, hasta que un día fue encontrado muerto sobre su cama, con el torso desnudo y una bala en la cabeza”. Y añade: “La mujer con la que convivía nos dijo que si se hubiera suicidado, lo habría hecho de manera grandiosa, vestido a la usanza medieval y con una copa de plata llena de vino en la mano, según se conducía siempre”, señala. Su muerte “levantó sospechas de asesinato, que la autopsia no despejó”, añade.

“Tras su muerte”, explica Rosalía Rodríguez, “se presentó una hija suya que vendió todo el mobiliario del que el castillo estaba ricamente revestido, incluida una cama en la que se dice que dormía la reina Juana” (se refiere a la apodada la Beltraneja, hija de Enrique IV de Castilla, hijo a su vez de Juan II, valedor de Álvaro de Luna, primer propietario del castillo.
Pero lo que más interesa a los vecinos de San Martín de Valdeiglesias es que el castillo albergará el Centro de Interpretación del Vino, un organismo regional que exhibirá los vinos de las distintas comarcas madrileñas. San Martín, cabeza de una zona agrícola vinatera, cuenta con varias cooperativas, con cuatro tipos de vinos locales denominados Quod, Norbus, Andrebo y 1434, explica Víctor Sánchez. Las uvas albillo y garnacha son tradicionales en la comarca, donde se generan caldos tintos y blancos muy apreciados.

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